lunes, 15 de noviembre de 2010

para reflexionar

"Los niños creen en los padres. Cuando les decimos una y otra vez que son encantadores, que son los príncipes o princesas de la casa, que son guapos, listos, inteligentes y divertidos, se convierten en eso que nosotros decimos que son. Por el contrario, cuando les decimos que son tontos, mentirosos, malos, egoístas o distraídos, obviamente, responden a los mandatos y actúan como tales. Aquello que los padres -o quienes nos ocupamos de criar- decimos, se constituye en lo más sólido de la identidad del niño.

Los niños no tienen más virtudes unos que otros. Ahora bien, el niño no suficientemente mirado, mimado, apalabrado y tomado en cuenta por sus padres, dará mayor crédito a sus discapacidades. Y sufrirá. En cambio el niño mirado y admirado por sus padres, amado a través de los actos cariñosos cotidianos, contará con una seguridad en sí mismo que le permitirá erigirse sobre sus mejores virtudes y al mismo tiempo reírse de sus dificultades.

Si nos damos cuenta que nuestros hijos sufren, si tienen la auto estima baja, si tienen vergüenza, si se creen malos deportistas, malos alumnos, o que no están a la altura de las circunstancias, si les cuesta hablar, relacionarse, jugar con otros, si suponen que son lentos, o si son víctimas de las burlas de sus compañeros; nos corresponde accionar a favor de ellos, ya mismo. Lo peor que podríamos hacer es exigirles que asuman solos sus problemas.

Podemos nombrar aquellas virtudes, recursos o habilidades que el niño sí dispone como individuo. Por ejemplo, que es un niño que siempre dice la verdad. Que nunca traicionaría a un amigo. Que es incapaz de lastimar a otro. Que observa y comprende a los que sufren. Que es generoso y tolerante. Decirles a los niños que son hermosos, amados, bienvenidos, adorados, nobles, bellos, que son la luz de nuestros ojos y la alegría de nuestro corazón; genera hijos seguros, felices y bien dispuestos. Es posible que las palabras bonitas no aparezcan en nuestro vocabulario, porque jamás las hemos escuchado en nuestra infancia. En ese caso, nos toca aprenderlas. Si hacemos ese trabajo ahora, nuestros hijos -al devenir padres- no tendrán que asumir esta lección. Porque surgirán de sus entrañas con total naturalidad, las palabras más bellas y las frases más gratificantes hacia sus hijos. Y esas cadenas de palabras amorosas se perpetuarán por generaciones y generaciones, sin que nuestros nietos y bisnietos reparen en ellas, porque harán parte de su genuina manera de ser. Pensemos que es una inversión a futuro con riesgo cero. De ahora en más… ¡sólo palabras de amor para nuestros hijos! Gritemos al viento que los amamos hasta el cielo. Y más alto aún. Y más y más."



Extracto de un artículo del libro “Mujeres visibles, madres invisibles” de Laura Gutman.

4 comentarios:

  1. Conocía este texto y comparto! Yo siempre le digo que lo quiero porque es muy bueno, porque se porta bien, come bien, duerme bien. Le digo que es inteligente, bueno simpático. Le digo que a los amigos les haga mimos (bueh, a las amiguitas mejor... je). Y cuando se porta mal le preguntó porqué lo hizo si él es bueno........

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  2. Me encantó. También lo conocía porque soy una gran lectora de Laura Gutman, y coincido en casi todo en su forma de ver la maternidad. ¡Me parece brillante!. Ojalá, los padres que están más conscientes de ésto cambiemos a partir de nuestros hijos muchas cosas que a nosotros no nos gustaron ni nos hicieron bien de cuando nos criaron. Un beso gigante Nati!

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  3. Divino el texto!!
    Me lleno de emocion y me lo voy a pegar en la heladera.

    Eso si....no me jodan! cuando el piojo mayor le pego semejante piña a la princesa o cuando esta misma revoleo toda la comida contra la pared de pura gracia...les sale esto???'

    Uno los adora, los quiere y mima todo el tiempo....pero yo quiero un extracto de como retarlos bien retados sin sentirnos culpables de herir sus sentimientos o bajarles el autoestima.

    Educar es las dos cosas...jaja

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  4. totalmente de acuerdo con Cocky!!!!

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