lunes, 21 de marzo de 2011

El móvil de Hansel y Gretel.

Hace un tiempito que tengo el tema de nuestros chicos y la tecnología en un borrador. Y en estos dias, una vez más, mi hijo mayor me hizo un planteo en relación con un cuento que estaba leyendo y algún aparato que hubiera resuelto la historia en cuestión. A partir de eso me acordé de un texto muy bueno que leí en un blog hace un tiempo, y que si bien no habla específicamente del tema de los chicos, me gustaría compartir.


El móvil de Hansel y Gretel.

Anoche le contaba a  Nina un cuento infantil muy famoso, el Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: "No importa. Que lo llamen al papá por el móvil".

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.
¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un teléfono móvil en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?

Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las nuevas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.
Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.
Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.
Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.

Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicació n. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler.)

Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:
M HGO LA MUERTA, PERO NO STOY MUERTA.
NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCES. BSO.
Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción "Banda ancha móvil" de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría "Cien años sin conexión": narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmorni g) pero a nadie le funciona el messenger.

La famosa novela de James M. Cain "El cartero llama dos veces"- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría "El gmail me duplica los correos entrantes" y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, "Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura", la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra "El jotapegé de Dorian Grey", Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.

La bruja del clásico "Blancanieves" no consultaría todas las noches al espejo sobre "quién es la mujer más bella del mundo", porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa.

La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.

Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador. ¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.
 
 

Interesante, no? Acá pueden leerlo directamente de la fuente.



miércoles, 16 de marzo de 2011

piojos y piojitos II

Lanzan un plan oficial para combatir los piojos en el aula

Clarín, 15/03/11
 
El 53 por ciento de los chicos de primaria los padece. Por primera vez habrá acciones integrales: Ciudad hará una campaña y Provincia incluirá el tema en su programa de salud escolar. Quieren incorporar el hábito diario del peine fino como el lavado de dientes.


Los piojos son el enemigo público número uno de los chicos y sus papás. Con el comienzo de clases, el contagio recrudece. Los sufren más de la mitad de los nenes y nenas que van a la escuela primaria, según revela una encuesta online para Clarín que D’Alessio Irol realizó a padres de todo el país. Las autoridades educativas de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires reconocen que es un problema sanitario serio. Por eso, desde este año harán por primera vez acciones integrales para intentar frenarlos.
El 53% de los chicos en el nivel primario tiene piojos, pero también los sufren el 39% de los niños de jardín y el 37% de los secundarios, según el sondeo. También señala que el 60% de los padres reconoció que en el último año gastó más de 100 pesos para combatir el problema, pero que las soluciones son sólo temporales. Y 3 de cada 10 dicen incluso que hubo un incremento en la aparición de piojos en sus hijos en el último año.
En la Ciudad pondrán en marcha una campaña de concientización con afiches en las entradas de las escuelas: apuntan a desterrar el mito de que el piojoso es un chico sucio y a que los padres incorporen el hábito de pasar el peine fino todos los días, al igual que el cepillado diario de dientes. “Estamos preparando una campaña puntual con asesoramiento de pediatras y dermatólogos. La idea es que toda la comunidad educativa esté más atenta y preparada para frenar este fenómeno creciente”, contó a Clarín , Max Gulmanelli, titular de la Unidad de Apoyo a la comunidad educativa del Ministerio de Educación porteño. La Provincia, en tanto, incluirá por primera vez el tema en su programa de salud escolar que se llama Entorno Saludable e incluye, además, temas como higiene bucal, alimentación y vacunas. Los maestros serán capacitados en cada problemática.
“Si bien es una lucha de todo el año, marzo y abril es la época del ciclo lectivo con mayores niveles de infestación. El calor y la humedad crean el clima propicio para estos parásitos”, subraya Luis Crovetto, director de Medicina Preventiva del Ministerio de Salud bonaerense. Y agrega: “Es un problema epidemiológico mundial, que en su mayoría afecta a niños sin distinción de clases sociales”.
Hasta ahora, el tema se había tratado en forma aislada en las escuelas, en general en respuesta a pedidos de padres o de autoridades escolares. Pero ahora, las acciones serán planificadas e integrales. Maestros, padres y chicos conocerán en detalle cómo es el ciclo de vida de los piojos, cómo se alimentan, dónde se alojan, cómo se contagian, los riesgos que pueden provocar y cuáles son los tratamientos recomendados para combatirlos. Según la encuesta, al tope de los métodos elegidos está el peine fino (80%), siguen los productos químicos (56%), el vinagre (21%) y el palo amargo (24%). Los más cruentos, como el kerosene (1%), cayeron en desuso.
La batalla se hizo más difícil en la última década: estos bichos se volvieron resistentes a los productos químicos. El uso intensivo de la permetrina desarrolló poblaciones resistentes de piojos. Para matarlos hay que usar dosis 100 veces mayores que hace 10 años. Ahora, los laboratorios buscan desarrollar pediculicidas con métodos diferentes a los habituales.


 

jueves, 10 de marzo de 2011

dos años

El chiquito cumplió dos años!!!

El que conocimos así, con 5 mm



en tan poco tiempo (porque para nosotros dos años es nada) ya es practicamente un niño grande.

Como nos pasa a todas, como me pasó con el mayor, la vida en esto dos años cambió muchísimo. Pero en este caso, el cambio pasa fundamentalmente por la infinita cantidad de veces en tan poco tiempo, en que me escuché a mí misma diciendo "cuidado", "ahí no", "eso no", "dejá", "salí", "bajá", "vení acá", "soltá", "pará" ....
Así todo el dia, todos los dias.

Es increíble lo distintos que pueden ser dos hermanos. Y es increíble lo que te puede llegar a agotar, aturdir, desesperar, hacer doler la cabeza un niño terremoto como este. Y más increíble aún es que así y todo, sigas pensando que es lo mejor que te pasó en la vida.