Durante el embarazo vamos haciendo compras, nos hacen regalos en el baby shower, nos llevan regalos de nacimiento al sanatorio, y llegamos a sentir el alivio de tener casi todo lo que el bebé y nosotras necesitamos.
Pero pasan los meses, los chicos ya tienen un año, casi dos. Y acá es donde empezamos entre las madres de los sesenta y dos a hacer una especie de encuesta: cuántas de esas necesidades imprescindibles fueron efectivamente útiles, y cuánto de todo eso está, a esta altura, molestando en algún rincón de la casa a punto de ir a parar quién sabe a dónde?
En el segundo grupo tenemos:
El cobertor para lluvia y viento del carrito, inaceptable para cualquier chico en edad de ir sentado mirando todo lo que puede durante el paseo.
Las sábanas, frazadas, acolchados y cualquier ropa de cuna: pocos bebés y chicos duermen tapados. Para eso se inventaron los pijamas de polar.
La mochila portabebé: útil solamente durante pocos meses para espaldas afortunadas.
El portaenfant: útil para el que pueda descubrir cómo se hace para meter un bebé ahí adentro, o para el que habiendo logrado esto, pueda maniobrar el aparato.
La manta didáctica: con suerte, alguno se duerme una siestita sobre ella.
El extractor de leche: la lactancia es un mundo y una caja de sorpresas, así que no podemos garantizar su utilidad para todas por igual.
Y la lista puede ser casi tan larga como la que hicimos al principio del embarazo....
Conclusión de madres de sesenta y dos casos: que la lista de nacimiento pida cientos de pañales que se van a usar con 100% de seguridad, y el resto de las necesidades las vamos resolviendo sobre la marcha.