Comparto una artículo aparecido en Clarín.
"Cada año, con las vacaciones de invierno y junto a los espectáculos y las películas para chicos, llega la Feria del Libro Infantil y Juvenil: los libros dedicados a los chicos. Todo un universo de lecturas y entretenimientos en el que, si uno se lo propone, es posible entrar con un chico o chica y salir con un Lector. Así, con mayúsculas. Muy bien. Usted eligió llevar a su proyecto de Lector a la Feria porque sabe o intuye que la lectura es algo bueno, algo que abre mentes. Y tiene razón. Aprendemos leyendo. Crecemos leyendo. Pero debo advertirle: ningún Lector nace lector. Los lectores se hacen. Y ese proceso se inicia cuando ven leer a los adultos más cercanos y cuando tienen libros a su alcance. Libros que se puedan hojear, manosear, doblar y (esperemos que no) hasta romper. Así que si en verdad quiere tener un Lector, empiece por armar una biblioteca acorde a su tamaño si no cuando nuestro Lector tenga hambre de historias, no tendrá de dónde servirse. Ahora una buena: nunca es tarde. Solo hace falta unir al Lector determinado con el libro preciso para que se produzca la magia. Para que se active el arte de leer por placer. ¿Pero qué libro?, preguntará usted. Eso es lo que se puede averiguar en la Feria. Porque lo que allí sobran son, justamente, libros. Para comenzar el proceso, tenga en cuenta la edad del Lector que lo acompaña. Si todavía no terminó el jardín de infantes, enfile hacia los libros con tapas duras, buenas ilustraciones, poco texto. A esos que llamamos libros-álbum. Aquí encontrará enorme talento al servicio de la imaginación. Dos de muestra: Tucán aprende una palabra de Márgara Averbach y Viviana Bilotti y Desde las gradas de Sandra Comino y Eugenia Nobati. Bien, para bucear entre todos los miles que encontrará, pregúntese qué cosas le interesan a su Lector. ¿Los animales, los dinosaurios, la música, la naturaleza? Una vez que halle algo interesante, aquí va el gran secreto: siéntese en el piso y póngase a leer. Sí, usted. Y ni siquiera en voz alta. Si de pronto se ríe, se emociona, se asusta, o le surge cualquier otra emoción primitiva, deje que su Lector, que seguro está trepando por su hombro para saber qué miércoles le está pasando, se asome al misterio. Ah … lo hemos seducido. Ahora comiencen a leer juntos.
Pasemos al Lector en edad escolar. En este caso, déjese llevar. Nuestro Lector va a apuntar hacia lo primero que le llame la atención. Que haga, que busque. La lectura es un acto de libertad y para practicarla hay que ser libre. Usted quédese a mano, por las dudas. Sí puede, por ejemplo, limpiar el camino de moralejas, diminutivos y malas traducciones. Las tres piedras con que puede tropezar el Lector. Y recuerde: no hay géneros menores. Historieta, poesía, novela, cuentos, divulgación, chistes. Cada lectura es un escalón que lleva a otras lecturas. Si quiere, durante el recorrido muéstrele al Lector los libros que usted leía cuando era chico, (preséntese Lector). Un Verne o un May Alcott, según corresponda. Comparta. Pero no espere que le gusten de entrada. Las formas de narrar han cambiado así como cambió la forma de hablar, y es lógico que el Lector prefiera una historia con la que se sienta identificado. No insista. Darle de leer a un Lector novato un libro para un Lector experto puede cerrar una puerta. Ahora, si tanto el Lector como usted terminan desorientados de tanta letra impresa y ya no saben qué están leyendo o mirando, un par de consejos: El misterio nunca falla. Tampoco el humor. Lector que muere a carcajadas, lector que revive por más. Dos de muestra: Rodrigo y el libro sin final, de Sebastián Lalaurette, y El libro salvaje, de Juan Villoro. Antes de continuar, un descanso para ver qué hacemos con tanto espectáculo y talleres que ofrece la Feria. Téngalos en cuenta. Bien sirven a la hora de Lector cansado o a punto de rabieta.
En cuanto al Lector joven, hay tantos maravillosos libros juveniles, que con solo enviarlo a la Feria con una caña y dejarlo pescar, le digo que alcanza. De muestra: Los socios del club de pescadores de Franco Vaccarini, o El hombre de los pies-murciélago, de Sandra Siemens. Quisiera poner más nombres y más títulos. Nuestro país tiene fantásticos escritores e ilustradores de literatura infantil y juvenil. Gente que respira historias, que escribe para chicos simplemente porque no quiere hacer otra cosa. Si apunta a ellos no se equivoca. Y aquí concluye el recorrido. Pero sólo en lo que se refiere a la Feria. El camino del Lector no se termina nunca. Ni aún cuando se llega a la última página."
"Cada año, con las vacaciones de invierno y junto a los espectáculos y las películas para chicos, llega la Feria del Libro Infantil y Juvenil: los libros dedicados a los chicos. Todo un universo de lecturas y entretenimientos en el que, si uno se lo propone, es posible entrar con un chico o chica y salir con un Lector. Así, con mayúsculas. Muy bien. Usted eligió llevar a su proyecto de Lector a la Feria porque sabe o intuye que la lectura es algo bueno, algo que abre mentes. Y tiene razón. Aprendemos leyendo. Crecemos leyendo. Pero debo advertirle: ningún Lector nace lector. Los lectores se hacen. Y ese proceso se inicia cuando ven leer a los adultos más cercanos y cuando tienen libros a su alcance. Libros que se puedan hojear, manosear, doblar y (esperemos que no) hasta romper. Así que si en verdad quiere tener un Lector, empiece por armar una biblioteca acorde a su tamaño si no cuando nuestro Lector tenga hambre de historias, no tendrá de dónde servirse. Ahora una buena: nunca es tarde. Solo hace falta unir al Lector determinado con el libro preciso para que se produzca la magia. Para que se active el arte de leer por placer. ¿Pero qué libro?, preguntará usted. Eso es lo que se puede averiguar en la Feria. Porque lo que allí sobran son, justamente, libros. Para comenzar el proceso, tenga en cuenta la edad del Lector que lo acompaña. Si todavía no terminó el jardín de infantes, enfile hacia los libros con tapas duras, buenas ilustraciones, poco texto. A esos que llamamos libros-álbum. Aquí encontrará enorme talento al servicio de la imaginación. Dos de muestra: Tucán aprende una palabra de Márgara Averbach y Viviana Bilotti y Desde las gradas de Sandra Comino y Eugenia Nobati. Bien, para bucear entre todos los miles que encontrará, pregúntese qué cosas le interesan a su Lector. ¿Los animales, los dinosaurios, la música, la naturaleza? Una vez que halle algo interesante, aquí va el gran secreto: siéntese en el piso y póngase a leer. Sí, usted. Y ni siquiera en voz alta. Si de pronto se ríe, se emociona, se asusta, o le surge cualquier otra emoción primitiva, deje que su Lector, que seguro está trepando por su hombro para saber qué miércoles le está pasando, se asome al misterio. Ah … lo hemos seducido. Ahora comiencen a leer juntos.
Pasemos al Lector en edad escolar. En este caso, déjese llevar. Nuestro Lector va a apuntar hacia lo primero que le llame la atención. Que haga, que busque. La lectura es un acto de libertad y para practicarla hay que ser libre. Usted quédese a mano, por las dudas. Sí puede, por ejemplo, limpiar el camino de moralejas, diminutivos y malas traducciones. Las tres piedras con que puede tropezar el Lector. Y recuerde: no hay géneros menores. Historieta, poesía, novela, cuentos, divulgación, chistes. Cada lectura es un escalón que lleva a otras lecturas. Si quiere, durante el recorrido muéstrele al Lector los libros que usted leía cuando era chico, (preséntese Lector). Un Verne o un May Alcott, según corresponda. Comparta. Pero no espere que le gusten de entrada. Las formas de narrar han cambiado así como cambió la forma de hablar, y es lógico que el Lector prefiera una historia con la que se sienta identificado. No insista. Darle de leer a un Lector novato un libro para un Lector experto puede cerrar una puerta. Ahora, si tanto el Lector como usted terminan desorientados de tanta letra impresa y ya no saben qué están leyendo o mirando, un par de consejos: El misterio nunca falla. Tampoco el humor. Lector que muere a carcajadas, lector que revive por más. Dos de muestra: Rodrigo y el libro sin final, de Sebastián Lalaurette, y El libro salvaje, de Juan Villoro. Antes de continuar, un descanso para ver qué hacemos con tanto espectáculo y talleres que ofrece la Feria. Téngalos en cuenta. Bien sirven a la hora de Lector cansado o a punto de rabieta.
En cuanto al Lector joven, hay tantos maravillosos libros juveniles, que con solo enviarlo a la Feria con una caña y dejarlo pescar, le digo que alcanza. De muestra: Los socios del club de pescadores de Franco Vaccarini, o El hombre de los pies-murciélago, de Sandra Siemens. Quisiera poner más nombres y más títulos. Nuestro país tiene fantásticos escritores e ilustradores de literatura infantil y juvenil. Gente que respira historias, que escribe para chicos simplemente porque no quiere hacer otra cosa. Si apunta a ellos no se equivoca. Y aquí concluye el recorrido. Pero sólo en lo que se refiere a la Feria. El camino del Lector no se termina nunca. Ni aún cuando se llega a la última página."
Muy buen artículo, gracias por compartirlo!!!!es todo un tema motivar a los chicos con la lectura.
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