Voy a usar algo muy personal como pequeño homenaje: un poema del libro "Versos para Cebollitas" (1967), que creo que fue el pirmer libro que me aprendí de memoria del principio al fin cuando era muy chica.
Nos causaba mucha gracia a mis hermanos y a mí leer y repetir este texto infinitas veces e imaginarnos esas situaciones: supongo que tendría que ver con que a esa edad (4, 5 años...) el único Enrique del universo, para nosotros, era nuestro papá !!!
Ni dormido ni despierto,
como todas las mañanas,
don Enrique del Meñique
tiene ganas, muchas ganas
de tomar su desayuno
con catorce mediaslanas.
Don Enrique tiene casa
con muchísimos jardines,
y por entre sus rosales
se pasea con patines,
pero ¡ay! esa mañana
se enganchó los pantalines.
Se imaginan qué porrazo,
se imaginan qué caída.
Allí cerca lo esperaba
una mesa bien servida:
don Enrique, de nariz,
se cayó en la mermelida.
Don Enrique pataleaba:
“¡Los bomberos, accidente!”.
Nadie, nadie lo escuchaba,
pero en el balcón de enfrente,
atraído por los gritos
asomose un elefente.
Estiró bien la trompita
tras las rejas de su cucha,
pero el pobre era tan miope
que después de mucha lucha,
en lugar de don Enrique
levantó una cucarucha.
Pero al fin llegó el bombero
todo envuelto en una cinta.
Lo que había en su manguera
no era agua, sino tinta,
y empuñaba, en vez del hacha,
un dorado sacapinta.
como todas las mañanas,
don Enrique del Meñique
tiene ganas, muchas ganas
de tomar su desayuno
con catorce mediaslanas.
Don Enrique tiene casa
con muchísimos jardines,
y por entre sus rosales
se pasea con patines,
pero ¡ay! esa mañana
se enganchó los pantalines.
Se imaginan qué porrazo,
se imaginan qué caída.
Allí cerca lo esperaba
una mesa bien servida:
don Enrique, de nariz,
se cayó en la mermelida.
Don Enrique pataleaba:
“¡Los bomberos, accidente!”.
Nadie, nadie lo escuchaba,
pero en el balcón de enfrente,
atraído por los gritos
asomose un elefente.
Estiró bien la trompita
tras las rejas de su cucha,
pero el pobre era tan miope
que después de mucha lucha,
en lugar de don Enrique
levantó una cucarucha.
Pero al fin llegó el bombero
todo envuelto en una cinta.
Lo que había en su manguera
no era agua, sino tinta,
y empuñaba, en vez del hacha,
un dorado sacapinta.
Gracias María Elena Walsh por esos años de risas y por estos recuerdos eternos!!!
Sin duda Nati se nos fue una parte de nuestra infancia!
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